Pasarelas colgantes

Pasarelas colgantes

Desde tiempos remotos el hombre ha debido enfrentar el desafío de cruzar cauces, valles, quebradas. Al principio lo hacía, probablemente, recurriendo a las lecciones o las oportunidades que le regalaba la naturaleza. Troncos de árboles caídos o llevados hasta el lugar, o rocas o piedras dispuestas en el cauce podían servir a las necesidades de cruce. Un ejemplo temprano es el robusto puente de una sola pieza, conocido como el Clam Bridge, en Wycoller, en Reino Unido. Se supone que data de hace más de 1.000 años y se sospecha que anteriormente haya sido un menhir que fue rodado hasta la posición actual.

Los llamados puentes tibetanos, consistentes básicamente en tres cables (de distinta materialidad) suspendidos formando una “V” en que el inferior hace de piso para caminar y los dos superiores sirven para afirmarse a la altura de las manos, han sido una respuesta que distintas culturas y en distintas latitudes se han aplicado. Afianzados firmemente en sus extremos a rocas o árboles, lograron con eficacia y economía responder a las necesidades de cruce.

A la llegada de los españoles a América se encontraron con una gran cantidad de puentes construidos por los Inca, entre ellos el puente q'eswachakao queshuachaca, sobre el río Apurimac. Hasta nuestros días, el rito de la renovación del puente suspendido construido con fibra vegetal la realizan las comunidades aledañas, lo que ha permitido su subsistencia y puesta en valor.

Puente Q’ESWACHAKA SOBRE RÍO APURIMAC, PERÚ

Es precisamente este último el que ilumina el presente comentario.

La pasarela suspendida tiene muchas aplicaciones y por cierto, ventajas y desventajas. Entre las aplicaciones que han ido ganando terreno en los últimos años están todas las distintas oportunidades que se ofrecen en el montañismo, en el senderismo simplemente en el turismo. Usos como la pasarela de Trift, en Suiza, que responde a la primera categoría y que, junto con salvar la quebrada, ofrece el desafío y el vértigo propio de la actividad.

PASARELA DE TRIFT, INTERLAKEN, CANTÓN DE BERNA, SUIZA

Menos exigentes y desafiantes son las pasarelas colgantes que se integran a circuitos de senderismo, como la pasarela o puente colgante La Barruela, España

Puente colgante La Barruera, Lleida, España

También los hay aquellos que sin cruzar cauces, se tienden entre las copas de los árboles y permiten, en distintas latitudes, vivir la experiencia de la selva o de las vistas a los volcanes, como en el Arenal, de Costa Rica.

Puentes colgantes en el Arenal, Costa Rica

Entre las ventajas que se suelen argumentar a favor de las pasarelas colgantes se menciona que la cantidad de material empleado en la construcción es mucho menor que la necesaria para un puente apoyado, entre otras cosas porque el material estructural considerado son principalmente cables de acero que trabajan muy eficientemente a la tracción. Lo anterior permite que las luces que se pueden salvar puedan ser muy grandes y, precisamente por la falta de apoyos, permitir salvar cauces o cañones muy profundos o de aguas turbulentas que afectarían el emplazamiento de las pilas. Asimismo, producto de su flexibilidad pueden sobrellevar con éxito cargas de viento o sismo. Esta falta de rigidez, sin embargo, tiene también una condición de desventaja ya que podrían quedar inoperativos ante determinadas condiciones, aunque no necesariamente expuestas al colapso. Por otra parte hay que considerar que para los efectos de fijar los cables se debe de disponer de sendos apoyos, usualmente torres y, adicionalmente, de eventuales anclajes que permitan contrarrestar los esfuerzos de flexión en los postes que inducen los cables en tensión. Sin embargo hay, también, estructuras colgantes que se anclan directamente en la roca, como veremos más abajo. En esos casos es la propia naturaleza que provee parte de la estructura.

En años recientes, distintas empresas en el viejo mundo y en América, han incursionado en la construcción de estas pasarelas colgantes, sistematizando y perfeccionando los principios que se pueden observar en los puentes tibetanos. Las hay con mayor o menor experiencia y obras construidas, pero todas apuntan a obtener de la combinación de las enormes resistencias a la tracción que ofrecen los cables de acero. Todas han racionalizado, perfeccionado y sistematizado los sistemas de uniones y conexiones y todas logran optimizar e integrar los materiales concurrentes: usualmente cables de acero y conexiones de acero inoxidable apernadas, tableros de madera, fundaciones y anclajes de hormigón. A continuación algunos ejemplos de obras de la empresa Infraestructures de Muntanya (www.imuntanya.com) y alguno de sus sensibles y simples proyectos de pasarelas colgantes. La síntesis y simpleza que logran estas estructuras colgantes es de una esbeltez y ligereza conmovedora. La derivada de esta solución es que, en dichas condiciones de sutileza, estas estructuras se integran con notable finura en el paisaje. Indagar en las potencialidades y nuevos usos de este artilugio parece un camino interesante y propicio. Por el momento se conoce de algunos proyectos de hotelería que se instalan en las copas de los árboles y a cuyas dependencias se accede por este tipo de puentes. Sin embargo, hay un espacio abierto para otras aplicaciones, tal vez más urbanas. Por ejemplo, su uso en las cada vez más necesarias pasarelas sobre las autopistas urbanas en las grandes ciudades, o en los parques. Para ello habrá de separarlas del carácter de aventura que las rodea e investigar en materias de seguridad y estrategias de estabilización frente a las cimbras de viento o sismo.

Superado aquello, que es un desafío y una invitación, nuestras ciudades, parques y carreteras podrían beneficiarse y adornarse con nuevos concepciones de pasarelas solidarias, o sea bien puestas, que convoquen también a las comunidades en su locación y mantenimiento. Para muestras unos botones:

Una mención aparte merece el trabajo de Toni Rüttimann, “el Suizo”, cuya vida y obra no podemos dejar de mencionar en estas líneas. Su notable historia de vida está disponible en distintos medios electrónicos y, en breve, se resume como sigue. Cuando recién terminaba sus estudios en el Lyceum Alpinum de Zuoz, en el Cantón de Grisons, Suiza, Rüttimann se informa del terremoto que en 1987 asoló a Ecuador. Movido por las imágenes, viaja el mismo día de su graduación y con el apoyo de los vecinos de su pueblo natal y sus propios ahorros se dispone a colaborar con los damnificados de la zona del Volcán El Reventador, en el nororiente ecuatoriano. Con la ayuda de un ingeniero holandés y la colaboración de la propia comunidad, construye el primer puente colgante sobre el río Amarico, de 52 m de longitud usando cables y tubos dados de baja de las obras de perforación petrolera. Aunque vuelve a Suiza con la intención de estudiar ingeniería, abandona a los pocos meses y vuelve a Ecuador a construir más puentes, siempre con la colaboración de las comunidades residentes. Sobre el mismo río Amarico construye el que sería hasta ahora su puente más largo, de 264m. La importancia de los puentes para las comunidades aisladas o afectadas por desastres lo llevan a construir 99 puentes en sólo 10 años con la ayuda de Walter Yáñez, soldador y mecánico ecuatoriano que conoció en uno de sus trabajos y que será hasta hoy su socio y amigo. Colabora en Honduras después del huracán Mitch construyendo 33 puentes a los que siguen colaboraciones en Nicaragua y Salvador. La construcción de estos puentes ­ -todos colgantes- sigue siempre el mismo esquema: la participación activa de la comunidad y el uso de materiales recuperados, donados o reciclados. Los llamados “puentes de chatarra” ponen en evidencia dos aspectos fundamentales comentados antes, a saber, la necesidad –y a veces la urgencia- de cruzar y el valor de la participación de las comunidades tanto en su decisión de construcción como en la propia construcción y mantenimiento del puente. El año 2000, el Suizo Rüttimann recibe la donación de tubos de parte de la empresa Tamsa (hoy Tenaris Tamsa) para la construcción de 29 puentes en el estado de Veracruz, cuya ejecución completa Walter Yáñez cuando Toni viaja a Cambodia a construir otros puentes. En 2002 enferma gravemente y luego de dos años de recuperación viaja a Vietnam. A partir de 2005, el apoyo de Tenaris se extiende abasteciendo de tubos desde plantas de Italia, Argentina, Brasil, México, Colombia e Indonesia. A la anterior se suma el apoyo de la empresa Ternium que aporta planchas antideslizantes para la construcción de los tableros de los puentes de Laos y Myanmar, apoyo que en el caso de Ecuador y Vietnam proviene de los gobiernos provinciales. Por su parte, algunas empresas de teleféricos y telesillas de Suiza (que están obligados a un recambio periódico de cables) le donan cables en buen estado que son utilizados con completa seguridad en las pasarelas. Así se va cerrando el círculo de apoyo, recuperación y reciclado que permite esta obra magnífica. En todo este tiempo, Toni Rüttimann ha construido más de 665 puentes en América Latina y en Asia, una obra titánica, una empresa notable, tanto más por el amor y compromiso que la anima que por la cantidad, que ya es impresionante. No podemos menos que celebrar esta obra y sentirnos tocados por lo que representa. Tender puentes, como hemos dicho, es mucho más que la obra material o constructiva. Tender puentes habla de personas que se relacionan y se comunican, habla de comunidades que se integran, de riberas opuestas que se conectan por sobre lo que las separa. Tender puentes es superar quebradas o diferencias, es organizarse. La obra de Rüttimann se instala precisamente en el centro de la ecuación de tender puentes y articula, coordina, promueve e impulsa movido por una certeza y una convicción que le han permitido levantar esa casi increíble cantidad de puentes y, sobre todo, mover voluntades. En su obra se encuentran pues, los cimientos de una colaboración a toda escala en la que cabe el esfuerzo de todos, desde los niños hasta la industria del acero, desde las comunidades locales hasta los gobiernos. Así se logran conectar las necesidades a veces dramáticas en el terreno de las localidades afectadas o simplemente carenciadas con las posibilidades de colaboración y reutilización de materiales provenientes de entornos más holgados. No podemos menos que agradecer al constructor de puentes, el suizo Toni Rüttimann y a todos quienes colaboran y apoyan su actuar. Adjuntamos algunas fotografías obtenidas de visitas recientes a los sitios que se detallan.