Invernadero de la Quinta Normal

Invernadero de la Quinta Normal

El Invernadero de la Quinta Normal, Monumento Histórico de Chile desde el año 2009 (según Decreto n°0279 del 17 de julio de 2009), se encuentra dentro del Parque Quinta Normal, ubicado en el extremo nor-poniente de la comuna de Santiago. Se emplaza en el sector sur oriente del parque, cercano a la intersección de las avenidas Portales y Matucana, en la calle interior René Le Feuvre 249.

El volumen alargado compuesto por dos naves y un espacio central, se orienta longitudinalmente en sentido norte-sur. Adyacente a la nave sur, se encuentra el Jardín Carlos Muñoz Pizarro [1913-1976], en honor al destacado botánico nacional. Este jardín hundido se creó ocupando el espacio dejado por lo que alguna vez fue una pequeña laguna y cuenta hoy, con diferentes especies nativas. Dentro de este parque se encuentran demás, el MAC Quinta Normal [Antiguo Instituto Agronómico de la Universidad de Chile] y el Museo Nacional de Historia Natural [Antiguo Palacio de la Exposición], el Museo Tecnológico, el Museo Ferroviario y el Centro del Adulto Mayor de la Municipalidad de Santiago [Antigua Estación Enológica].

 

 

Tanto el parque como el sector donde se ubica, se caracterizan fundamentalmente por ser un foco de diversidad cultural y presencia patrimonial. En cuanto al valor patrimonial de la Quinta Normal, se reconoce una importante concentración de Monumentos Nacionales [MNHN (MH); MAC (MH); Quinta Normal (ZT)]. Asimismo destaca la cercanía con la Zona Típica Barrio Yungay.

En relación con la carga cultural y artística del sector destaca la presencia de: la Biblioteca de Santiago, el Centro Cultural Matucana 100, el Museo de la Memoria y el Museo Artequín. Asimismo, la estación de Metro Quinta Normal, destina parte de sus espacios a exposiciones temporales y eventos culturales, dentro de los que se encuentran conciertos, muestras fotográficas y exposiciones temáticas.

Descripción general

El Invernadero de la Quinta Normal constituye un paradigma de la arquitectura metálica en Chile. Su singularidad lo hace poseedor de un valor indiscutido. Prefabricado en la segunda mitad del siglo XIX, existe la hipótesis de que Henry Meiggs podría haberlo traído desarmado desde Francia, por su gran similitud tipológica con los invernaderos del Parque des Chateau de Ravelet, en Cherbourg y el del jardín de Massey en Tarbes. Lo anterior lo habría hecho entre 1864, fecha en que Meiggs encarga a su arquitecto de confianza, el americano Jeese L. Wetmore, el diseño y construcción del Palacio de la Quinta; y, 1866, fecha en que la inaugura con una pomposa fiesta, teniendo este edificio por tanto, una antigüedad de al menos 145 años.

 

 

 

Invernadero del Jardín de Massey en Tarbes

El Invernadero nos habla de una época de gran desarrollo tecnológico y audacias constructivas, acercándonos a los tiempos en donde la influencia europea impregnó las diversas aristas de la cultura nacional. Corresponde a una tipología arquitectónica que hace gala de sus atributos durante el siglo XIX y que se caracteriza por sintetizar la belleza decimonónica con la eficiencia modernista; especialmente la que se requiere para la fructificación, cultivo y exposición de determinadas especies vegetales. El valor de estas construcciones, capaces de desplegar tecnología y audacia, fue destacado en diversas exposiciones internacionales, mediante la concepción de pabellones metálicos que hacen de la transparencia y la esbeltez, una máxima.

Por otro lado las sociedades, imbuidas en los nuevos descubrimientos botánicos y el exotismo de tierras lejanas, ve en los invernaderos piezas claves de los grandes jardines y parques europeos, que ostentan orgullosos especies tan sorprendentes como la Victoria regia del Amazonas y ejemplares de países remotos como Australia, Nueva Zelandia y Chile.

En este contexto surgen invernaderos como “Les grandes serres”, Jardin des Plantes [1834 - 1836], Muséum national d’Histoire naturelle de Paris; “Palm House” [1844 - 1848], Kew Gardens, Londres; “Grande Rotonde” [1874 - 1876], Serres Royales de Laeken, Bruselas; “Palmenhaus” [1880 - 1882], Schönbrunn, Viena; y “Grandes Serres lyonnaises” [1883], Jardin Botanique de Lyon, Parc de la Tête d’Or.

 

Dentro de la clasificación que efectúa Joseph Neumann, autor de “Art de construire et de gouverner les serres” [1844], existen Invernaderos Fríos, Temperados, Cálidos, para usos específicos [orquídeas, especies acuáticas, pelargonium, plantas bulbosas], Invernaderos de Multiplicación, Invernaderos para forzar la producción, para árboles frutales, viñas, piñas, plantas ornamentales y los denominados Jardines de Invierno.

Historia

La Quinta Normal de Agricultura (hoy Quinta Normal) fue creada en 1841 durante el Gobierno de José Joaquín Prieto como un recinto con fines educacionales y como espacio recreativo, ocupando los terrenos de la antigua Hacienda de la familia Portales, lugar que en esa época correspondía con el límite poniente de la ciudad de Santiago. El protagonismo del parque irá en retroceso a partir de los años 1930, hasta perder su esplendor original. El gran paño de territorio, que originalmente llegaba hasta la Alameda es fragmentado y vendido, disminuyendo notoriamente sus dimensiones originales, hasta llegar a las 40 hectáreas que tiene en la actualidad.

En 1853, se encomienda a Rudolph Amandus Philippi la tarea de dar forma a un jardín botánico. Este proyecto sólo verá la luz dos décadas después, cuando se establece, mediante el decreto del 10 de enero de 1876, la instalación del Museo de Historia Natural en una sección del Palacio de la Exposición, consignándose, además, la entrega por parte de la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA), de los terrenos apropiados para la constitución del jardín botánico. Bajo la dependencia de la Universidad de Chile se creó en 1876, el Jardín Botánico y el Instituto Agrícola, reforzando el carácter de la Quinta como lugar de enseñanza, experimentación y difusión de prácticas agrícolas, luciendo especies botánicas nativas y exóticas, viñedos y chacras, entre otras.

Philippi asumió su tan anhelada misión con entusiasmo y dedicación. Su austeridad y compromiso darían frutos, como escribiera más tarde Diego Barros Arana. En diez años el Jardín Botánico logró contar aproximadamente con 2.200 especies, existiendo Jazmines, Palmas, Verbenáceas, Orquídeas, Juncáceas, Gramíneas, Lobeliáceas, etc.

Años después, en un boletín de la SNA, se hará una ilustrativa descripción de las instalaciones: “El jardín botánico ocupa dos retazos de terrenos: uno situado al oriente, y otro situado al sur del edificio de la Exposición. Entrando al primer retazo oriente se ve un arboreto repartido en multitud de retazos por sendas que figuran variados y caprichosos dibujos. El otro retazo situado al sur del edificio de la Exposición es el que propiamente debe ser llamado jardín. Está partido en dos porciones por un caminillo que lo bordea el diámetro norte de la excavación dedicada para laguna durante la Exposición de 1875, y que, seca ahora, está dedicada a plantaciones. Entre la excavación que forma una serie de lonjas de cultivo en forma circular y el galpón francés hay una parte dedicada para un conservatorio”

Si bien, el trabajo del Director del Jardín Botánico era riguroso, la burocracia ejercía su potestad sobre este proyecto. En la Memoria Anual de 1881, Philippi señalaba el incumplimiento de los compromisos adquiridos, no habían sido entregados todos los terrenos para el jardín botánico, tampoco se contaba con la habitación para el jardinero: “las malezas han ahogado una porción de plantas de los 72 tablones con almácigos que había y no se ha sembrado nada”.

Estos problemas no impidieron que el Jardín Botánico siguiera creciendo y enriqueciendo su colección e instalaciones. Es a fines de esa centuria, cuando el Estado chileno recibe una inusual propuesta. El «gran conservatorio de fierro» (que hoy conocemos como el Invernadero de Quinta Normal) que se encontraba en la Quinta Meiggs (propiedad del empresario ferroviario), es ofrecido al gobierno para ser instalado en las dependencias del Jardín Botánico, ubicado en la Quinta Normal.

Cuando en 1890, Federico Philippi, director del Jardín Botánico [entre 1883 y 1896], manifiesta con elocuencia cuán beneficioso para su institución sería la adquisición del Invernadero, su mirada se centra tanto en las mejoras para este establecimiento, como en el gran interés que podía significar para la Quinta Normal de Agricultura: “Si el Supremo Gobierno adquiriera el citado conservatorio, quedaría el Jardín puesto sobre un pié como corresponde á un país adelantado como Chile, que además es el único en la América austral, que tiene un Jardín Botánico que merece llamarse así.” (…).No necesitaré decir á VS. que este conservatorio también sería un ornamento i atractivo mas para la Quinta Normal.”

Finalmente el edificio fue adquirido ese mismo año por el Estado y trasladado con todas sus plantas a la Quinta Normal, bajo la tramitación firmada por A. Tagle. Sería entonces llamado: "Observatorio de plantas para el Jardín Botánico". Si bien el establecimiento contaba con invernaderos construidos en madera y ladrillo, destinados a diversas especies [helechos, piñas, palmeras, plantas ornamentales, etc.], como describe René Le Feuvre, la llegada de una nueva construcción era vital para Federico Philippi, pues tal como señala en sus cartas, la capacidad de los edificios existentes había llegado a su límite. El Invernadero, que también fue ofrecido a la Sociedad Nacional de Agricultura, es finalmente adquirido por el Estado para ser instalado en el Jardín Botánico. En abril de 1890, un decreto establece la compra de la construcción a un costo de $27.000, considerando el desarme y la instalación en el lugar de la Quinta, que determinase el Director del Jardín Botánico.

El edificio compuesto por tres cuerpos: dos naves laterales y un espacio central de planta circular, en perfecta simetría, fue construido con esmero siguiendo la orientación norte - sur en sentido longitudinal, ubicándose al sur del Museo Nacional de Historia Natural. Además de la edificación de todo el basamento que sostendría la estructura metálica, fue necesaria la construcción de un muro de contención hacia el lado de la antigua laguna, que ya estaba seca. Los trabajos se iniciaron con la nave norte, la que fue utilizada por el Jardín Botánico con diligencia, pues, si bien la obra no estaba entregada, era de suma urgencia trasladar las malogradas plantas del antiguo conservatorio, las que tras la operación “inmediatamente tomaron un desarrollo notable.”

El acondicionamiento ambiental sería proporcionado por un caldero y una cañería calorífica de cobre. El recubrimiento del edificio estaría constituido por pequeñas secciones de vidrio, que montadas unas sobre otras lograrían definir las curvas de las partes altas, además de paños de mayor área, destinados a la envolvente vertical. Las nuevas condiciones del Jardín Botánico, tras la incorporación del Invernadero, permitieron realizar mejoras, tales como la subdivisión del conservatorio antiguo, que fue provisto de calefacción en una sección para la germinación de semillas tropicales.

La institución contó con una destacada colección que incluyó, además del arboretum, un importante número de especies de Juan Fernández, orquídeas, helechos, plantas medicinales, variedad de nimfeáceas y especies nativas. El Jardín Botánico suministró a la Universidad de Chile, escuelas normales y liceos, plantas y semillas, contribuyendo al conocimiento en esta área, misión que lamentablemente no se mantuvo en el tiempo.

Tras el retiro de su último director en 1922 [Juan Söhrens, quien fuera Jardinero Primero en la administración de Federico Philippi], comienza el ocaso del Jardín Botánico y sus conservatorios. En 1950, el profesor Hugo Gunckel escribiría: “Las personas que actualmente visitan la Quinta Normal pueden aún admirar, al lado sur del edificio que ocupa el Museo Nacional de Historia Natural, los restos del antiguo Jardín Botánico, especialmente los abandonados y casi por completo destruidos conservatorios, donde en otros tiempos crecían y florecían allí exóticas flores del trópico misterioso, y donde mecían su verde follaje árboles y arbustos de la selva centenaria de las provincias australes y aun hierbas y arbustos de la vegetación xerofítica de la zona boreal de Chile”.

MHN

Entre 1990 y 1995, el Invernadero funcionó como “Conservatorio de Plantas Medicinales”, proyecto conjunto, entre Caritas Chile, la Municipalidad de Santiago y el Museo Nacional de Historia Natural. Orientando su labor al ámbito educacional, esta interesante iniciativa que contempló visitas y talleres, sensibilizando a la comunidad con el mundo vegetal, no prosperó.

Juan Pablo Morales

Arquitecto Universidad de Chile

Edificio del Museo nacional de Historia Natural, gentileza MNHN http://www.dibam.cl